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El juicio de nulidad, NO es un “pecado”

Aunque popularmente suele decirse que “el matrimonio es una cruz”, como si se tratara de un escenario insoportable, en la realidad eso completamente absurdo.

 

El matrimonio es un estado de vida que dos personas eligen con el fin de compenetrarse, crecer juntos y, de acuerdo a lo que establece la Iglesia Católica, llevarse por el camino de la Salvación. Es una realidad tan buena y bonita que Cristo al conocerla, la hizo sacramento.

 

Esto no quiere decir que los matrimonios deban ser perfectos y si no lo son, entonces sean nulos, pero, si tu matrimonio se parece o pareció más a “una cruz” que a una cosa bonita, algo está mal. Es probable que tu unión sea nula y para descubrirlo deberás iniciar un juicio de nulidad matrimonial canónica.

 

Entonces, habrá gente que te diga que “no puedes” o “no debes hacer eso”, que “lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre” y que “llevar a cabo un juicio de esos, es un pecado”.

 

Esta aseveración es una de las que más daño le hacen a la Iglesia y a sus fieles, pues hacerles creer que atentan en contra de Dios por promover un juicio de nulidad matrimonial, los orilla a vivir en una unión irregular, que sí es “pecado”.

 

Alguien que está casado con una persona por la Iglesia, pero con otra por el civil, vive en una situación irregular y NO puede comulgar; independientemente de lo que puedan llegar a aconsejarle. Así es la ley.

 

En efecto, el matrimonio es para siempre, pero solo cuando es verdadero y válido; cuando cumple con los requisitos mínimos indispensables.

 

Aún así, aunque nosotros sepamos que nuestro matrimonio es nulo, necesitaremos que un Tribunal Eclesiástico lo reconozca y justamente para eso se promueve el juicio.

 

Quien afirme que estos juicios “son un fraude”, “ilegales” o, que “atentan en contra del mandato de Dios”, debe saber que, al ser el matrimonio un sacramento, desde el inicio del cristianismo los pastores de la Iglesia se reservaron para sí la jurisdicción sobre él.

 

A lo largo del tiempo ha habido mucha legislación acerca del tema y, formalmente, durante el Concilio de Trento (1545-1563), se afirmó no solo la capacidad, sino la exclusividad de la jurisdicción eclesiástica sobre el matrimonio; particularmente, en el último de los Cánones sobre el sacramento del matrimonio, se estableció que: “quien dijera que las causas matrimoniales no corresponden a los jueces eclesiásticos, sea anatema”, por lo tanto, quien no quiera aceptar la legitimidad de los Tribunales Eclesiásticos y su labor, es quien en realidad ofende gravemente al cuerpo de la Iglesia y por lo tanto, a Dios; no quien inició un juicio.

 

Un juicio no te condena y si tú crees que tu matrimonio es nulo, debes acercarte con un verdadero experto que pueda asesorarte y acompañarte a lo largo de todo el proceso.

 

 

 

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