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La culpa siempre es de los dos

Hablando de problemas de pareja y matrimonios rotos, es frecuente que identifiquemos a uno de los esposos como el culpable y al otro como la víctima; sobre todo si esta segunda persona es cercana a nosotros y le tenemos algún aprecio especial. Sin embargo, la realidad es que en estos temas, “para bailar tango se necesitan dos”.

Es cierto que hay personas malas que lastiman a diestra y siniestra sin escrúpulo alguno; otras, que al no entender que no entienden, también lastiman aunque no haya sido su intención hacerlo. De cualquier manera, nos resulta increíble que alguien pueda ser tan indiferente al sufrimiento que le ocasiona a su pareja, sobre todo si los reproches y el intento por despertar la consciencia del “lastimador” se hacen presentes todos los días.

Ahora bien, aterrizando esto en el plano psicológico, hay que decir que quien acepta, tolera y permite los malos tratos y vejaciones, también tiene mucha responsabilidad en el fracaso de una relación.

Me explico: muchas veces identificamos responsabilidad con acciones, pero canónicamente, las omisiones también implican responsabilidad. Es decir, para que un sádico pueda maltratar, necesita de un masoquista que quiera ser maltratado; para que un pasivo-agresivo pueda hacer daño psicológicamente, necesita de alguien vulnerable que le permita hacerle dicho daño.

Con esto no quiero decir que no existan personas aprovechadas que actúan de mala fe o que sean más culpables o responsables que el otro, sino simplemente, que quien permite “sin límites” lo hace por alguna razón normalmente relacionada a la falta de autoestima y ello, también puede encuadrarse en los supuestos de incapacidad canónica, pues el amor propio (no confundir con narcisismo), es parte de la mínima e indispensable madurez y salud mental que toda persona debe tener para ser capaz de contraer un matrimonio válido.

Desvirtuar el concepto del amor, ya sea propio o de pareja, nos hace querer algo que no es amor y que por naturaleza no puede ser bueno. Por lo mismo, no puede ser matrimonio.

 Todo esto es importante porque al momento de plantear una causa de nulidad matrimonial (juicio canónico), los esposos deben entender que nunca habrá un “ex” cien por ciento culpable o responsable de la problemática vivida y otro cien por ciento víctima, sino que el Tribunal buscará saber en qué medida cada uno es responsable de lo que pasó.

 Recordemos que éste no es un juicio de venganzas, sino un proceso que debe iniciarse con plena consciencia de las acciones y omisiones propias y del otro, que condujeron al fracaso matrimonial. De no trazarlo así, no solo es probable que la nulidad no se alcance a demostrar, sino que en caso de hacerlo, los Jueces pueden determinar que aunque el matrimonio sea nulo, las partes siguen sin ser aptas para un nuevo matrimonio por seguir siendo incapaces de asimilar sus propios errores.

“Al asimilar las propias fallas, se reduce el riesgo de repetir la historia”.

Si por cualquier razón tienes dudas acerca de la validez de tu matrimonio, contáctanos. Podemos ayudarte. 

Nota aclaratoria: este texto en ningún momento hace alusión a la violencia de género y doméstica, las cuales son delitos y en las cuales el concepto de víctima y victimario son radicalmente diferentes a las dinámicas de pareja que se plantean aquí.