15 Feb La nulidad es un juicio, no un trámite.
En no pocas ocasiones, la gente que solicita los servicios del despacho está interesada en “tramitar” una nulidad de matrimonio y frecuentemente reciben una desilusión cuando se les explica que para obtener una sentencia declarativa de nulidad de matrimonio, hay que llevar a cabo todo un juicio y no basta solo con “querer la nulidad”.
Para la Iglesia el matrimonio es un vínculo para toda la vida que entre bautizados, es además sacramento, por lo tanto, ningún poder humano lo puede romper; sin embargo, como hemos comentado en otras ocasiones, si ese matrimonio no tuvo las características mínimas esenciales para ser considerado verdadero matrimonio, después de un juicio en el que probemos lo que alegamos, se puede obtener una sentencia declarativa de nulidad de matrimonio.
¿A qué nos referimos entonces cuando decimos juicio?
Como en cualquier rama del Derecho, el juicio de nulidad matrimonial tiene reglas procesales que se deben acatar para poder llegar a una resolución y si en este caso, lo que se quiere probar es la nulidad del matrimonio, deberemos aportar pruebas legales, de manera estructurada y en determinado orden, con el fin de probar que ese matrimonio que se estudia carecía de alguno de sus elementos esenciales y es por lo tanto nulo.
¿Cómo funciona?
Como todo juicio, la maquinaria judicial del Tribunal Eclesiástico se activa con la petición a través de una demanda –libelo-, que después de ser admitida formalmente por el Vicario Judicial pasará al Defensor del Vínculo Sagrado -una especie de Ministerio Público-, para saber si éste tiene algo que oponer a la admisión de la demanda o no.
Posteriormente, aunque el demandado no es “el ex”, sino el matrimonio mismo, se le tendrá que notificar que existe un procedimiento judicial que estudia el matrimonio que en algún momento creyó contraer, con el fin de saber si querrá participar o no -cosa que como en cualquier juicio, tampoco es indispensable, aunque siempre es bueno escuchar la versión de ambos-.
Sabiendo eso, se fijará la fórmula de dudas -causales que se van a estudiar- para dar paso al desahogo de pruebas, las cuales consistirán en confesionales -declaraciones de los esposos-, testimoniales -cuatro por parte de quien promueve y hasta cuatro por parte del otro cónyuge-, periciales psicológicas -sobre lo que obra en el expediente y en ocasiones también sobre cada una de las partes-, y documentales necesarias, dependiendo de las causales que se quieran probar.
Por último, el o los abogados de las partes, harán sus alegatos finales a los jueces -con el fin de probar la nulidad- y posteriormente, hará lo mismo el Defensor del Vínculo -cuyo trabajo es pelear por la validez del matrimonio-, para después dar paso a la votación de los Jueces -en caso de Turnos Colegiados-, y así finalmente llegar a la emisión de la sentencia.
Es indispensable que cada uno de los pasos que mencionamos se cumplan, de lo contrario el juicio de nulidad sería inválido y tendría que repetirse desde el principio o peor aún, si la persona que promovió obtiene una sentencia afirmativa a través de un juicio inválido, su siguiente matrimonio sería de inmediato nulo.
Por eso es importante que como en cualquier otro juicio, te asesores de un abogado que sepa de esta materia tan técnica y que esté autorizado por el Tribunal Eclesiástico para poder litigar.
Si tú o alguien que conoces está interesado en iniciar un juicio de nulidad matrimonial, contáctanos, podemos asesorarte.
La nulidad de matrimonio no es un “trámite” se obtiene mediante un juicio, que necesita demanda, testigos y periciales… por eso es importante que te asesores bien.