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Nos casamos embarazados

Pareciera que han pasado años desde aquellas épocas -cuasi medievales-, en las que concebir un hijo fuera del matrimonio representaba una deshonra para la novia y su familia, y como manera de remediar la vergüenza pública, los padres la obligaban a casarse; sin embargo, hasta la fecha dicha práctica es mucho más común de lo que creemos.

Gran parte de la sociedad sigue pensando que el mejor escenario para que un bebé llegue al mundo es “dentro de una familia bien estructurada”; es decir, con un papá y una mamá “unidos en legítimo matrimonio”, sin embargo muy poca gente se pone a pensar que dicho matrimonio poco puede tener de legítimo, ya que un matrimonio contraído a fuerza, no es matrimonio.

Independientemente de que el matrimonio es un sacramento, jurídicamente es un “acto” y ese acto, para ser válido, tiene que ser querido en su totalidad en cuanto acto. Es decir, si el vínculo matrimonial nace cuando los novios dicen “sí acepto” en el altar, esa respuesta debe ser totalmente libre, sin presiones, violencia ni ningún otro tipo de condicionamiento. ¿Por qué? Porque lo que están comprometiendo con esas palaras es su ser y su vida.

Cuando dos personas deciden casarse solo por la presión de estar esperando un bebé, su matrimonio es nulo, pues su consentimiento (el “sí acepto”), no está encaminado a convertirse en esposos, sino que se convierten en esposos solo porque van a ser padres; muchísimas veces, si ese embarazo no existiera, los novios ni siquiera se plantearían casarse o al menos no en ese momento, sino un par de años después.

No importa si la presión para casarse viene de los padres de alguno de los dos, de los padres de ambos, o de los novios por el miedo a la reacción de sus papás o de la sociedad, al existir falta de libertad interna, el matrimonio es nulo.

La única excepción a lo anterior, sería que la boda estuviera planeada con anterioridad y el embarazo fuera totalmente irrelevante para los planes de la pareja.

El matrimonio canónico es algo serio, un estado de vida, no una simple “solución” al “qué dirán” y por lo mismo, bajo ninguna circunstancia debería de contraerse solo por apariencias, pues finalmente, la unión de dos personas que no se quieren de verdad y se casan obligados, trae como consecuencia infinidad de problemas que terminan por perjudicar más a ese niño por el cual se casaron. 

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